domingo, 20 de enero de 2013

La estirpe de los takaumas


La estirpe de los takaumas
Breve relato del origen de los toros bravos de Cercado, Wara Wara y San Silvestre


Entre el año 1850 y las primeras décadas del siglo XX, coincidente con los años de oro de la industria del licor y el repunte de la productividad agrícola, vivió en Aiquile uno de los más extraordinarios personajes nacidos en este terruño: Manuel Pascual Claros Rocha, conocido como el “Patty Claros”. Este notable aiquileño, benemérito de la Guerra del Pacífico y promotor de la creación de la Provincia Campero, descolló por muchos años, merced a su carácter dinámico y sus relevantes dotes intelectuales, en la escena social e intelectual de nuestro pueblo.

Al estallar la Guerra del Pacífico en marzo de 1879, Claros Rocha organizó en nuestro campanario, el escuadrón “Junín”, íntegramente compuesto por voluntarios aiquileños, quienes con sus propios recursos, se trasladaron hasta el frente de batalla, acometiendo un épico viaje, que los llevó a recorrer miles de kilómetros de tortuosos caminos, a lomo de bestia, logrando llegar desde el montañoso centro de Bolivia, hasta el escenario de guerra en las provincias del litoral boliviano[1]. El desempeño descollante del Escuadrón “Junín”, en la contienda del Pacífico, se evidencia porque dos de sus principales miembros – el propio Manuel P. Claros, además de Arístides Viscarra – siendo civiles, fueron ascendidos a Teniente y Sub Teniente respectivamente, por sus méritos de guerra.

El historiador Roberto Querejazu Calvo, en su monumental obra “Guano, Salitre y Sangre”, cita una sabrosa anécdota de guerra, protagonizada por el joven “Patty Claros”, que nos da luces sobre su talante vivaz e ingenioso. Querejazu Calvo narra que, en vísperas de la batalla del Alto de la Alianza, Manuel Pascual Claros Rocha, tuvo la singular ocurrencia de ponerse encima toda la ropa que disponía, en la intención de “blindarse” y evitar ser penetrado por las balas enemigas.

Después de sobrevivir la cruenta guerra, de regreso en su pueblo natal, el “Patty Claros”, conjuntamente su camarada de armas Arístides Viscarra, este último dueño de un inmenso latifundio, que se extendía por el norte desde la zona de Puca Puca hasta el rio Mizque y por el Oeste hasta el límite con la Provincia Mizque, ambos fieles devotos de nuestra Señora de Candelaria, acunaron la inaudita idea de trasladarse hasta el vecino Perú, sede entonces de las mejores corridas de toros de Sudamérica, para adquirir auténticos toro de lidia y traerlos hasta Aiquile, con la intención de crear una estirpe de animales bravos de sangre y casta, que animasen las tardes taurinas de la festividad patronal.

Ante la incredulidad general, desafiando las burlas de sus paisanos, y sorteando toda clase de dificultades, merced a su holgura económica y una voluntad de hierro, Claros y Viscarra acometieron la empresa. Poco después, una gran caravana, compuesta por voluntarios y apoyados por los mejores sirvientes de sus haciendas, dotada de los mejores ejemplares de carga - mulas argentinas y caballos de fina estirpe – partía hacia el Perú, con la singular misión de hacer llegar hasta Aiquile, un hato de bravísimos toros de lidia, sorteando inimaginables escollos a los largo de miles de kilómetros, recorridos a pie y a lomo de bestia.

Meses después, la expedición al mando de Viscarra y Claros, retornaba triunfalmente al pueblo. La noticia de su arribo corrió de boca en boca como reguero de pólvora, atrayendo miles de curiosos que se apostaron a todo lo largo de la Kjapac Calle (hoy calle Baptista) para contemplar, con los ojos casi desorbitados por el asombro, el ingreso de los numerosos jinetes y vaqueros de a pie, que habían logrado la épica hazaña de traer desde el lejano Perú, un hato de feroces y bellos toros de lidia. Cada uno de los fieros astados estaba sujetado por cuatro lazos, dos tirando hacia adelante y dos frenando hacia atrás, evitando que el animal ataque a sus portadores. La mayor parte de las bestias tienen un color negro azabache, brillante, unos cuantos son de color blanco con manchas negras y algunos más de color marrón pálido, todos de porte imponente, intimidante. El gentío, se apercibe que todos los animales tiene rizada la pelambre de la parte frontal de sus cabezas y espontáneamente surge un rumor, “takaumas, son takaumas”  

La triunfal expedición se dirigió rápidamente a la plaza principal, donde todos sus miembros, a la cabeza de Manuel P. Claros R. y Arístides Viscarra, ingresando a la catedral, se postraron delante la maternal imagen de la Virgen de la Candelaria. Una emoción profunda se apodera de los presentes, con lágrimas en los ojos y nudos en la garganta, intensamente conmovidos por la increíble y feliz hazaña, que la devoción y la fe había sido capaz de promover. Más tarde el hato de toros bravos fue trasladado a los montes de Cercado y Wara Wara, propiedad de la familia Viscarra, donde se criaron por muchos años conjuntamente el ganado criollo; posteriormente algunos ejemplares fueron llevados a los montes de San Silvestre, propiedad esta última de la familia Amaya. Había nacido la legendaria estirpe de los takaumas.

Alberto Cardona Grageda
Aiquile, enero de 2013.

Dedicado a Marco Cardona Olmos, Nicanor Montaño Camacho y Fernando Uriona Villalta, aiquileños de corazón, sin cuyos aportes y entusiasmo, no sería posible este relato.



Sentados en la parte central: Zenon Delgadillo y 
Manuel Pascual Claros Rocha rodeados 
por vecinos notables de Aiquile (1)

[1]  Suarez Arnez Faustino, MONOGRAFIA: geográfica, histórica, cultural y costumbres de la Provincia Campero, Capital Aiquile, 1958.

1 comentario:

  1. Este texto expresa la urgente necesidad de reescribir la historia de Aiquile, como hace falta un texto actualizado para su difusión. Es un buen comienzo, y hora de que algunos paisanos desempolven sus memorias...

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